En mis tiernos años de mi niñez leer no era algo que atrajera mi atención. Siempre disfrute las historias que mi papá y mi abuela me contaban. Tan pronto aprendí a leer y todos comenzaron a regalarme libros descubrí que leer no me resultaba placentero.
Mi mamá solía
decirme que leer era como viajar mágicamente a lugares desconocidos y te permite
imaginarte lo que el autor contaba en sus historias poniéndole uno mismo el
rostro y la ropa que uno deseara a los personajes.
En teoría sonaba
maravilloso, especialmente para mi que como hija única no tenia hermanos con
quien pasar el tiempo ni tampoco muchos amigos.
Lamentablemente la lectura no me atraía y por más que en teoría yo debía
viajar con mi imaginación en la realidad mi cerebro parecía pelear con las
letras y las palabras y nada tenia sentido.
Mi dificultad con
la lectura era tan grande que por mucho tiempo me quedaba dormida antes de
lograr entender lo que leía.
Para cuando terminé
la escuela primaria estaba tan frustrada con la lectura que decidí no ir al
secundario. Me imaginaba que si me quedaba en casa podría evitar pasar por
tantos malos momentos.
Muchos años más
tarde encontraría que la razón de mi problema tenia un nombre y no había nada
de que avergonzarme. Yo no era tonta, ni haragana solamente era disléxica.
Por desgracia tardaría
mucho en darme cuenta de cual era mi problema y para entonces había desarrollado
un total disgusto por la lectura. Nunca fui una buena alumna. Mi mamá debía luchar
conmigo para que leyeras las lecturas que me asignaba la maestra. Estudiar se
me hacía muy difícil, no entendía la mitad de lo que leía. Mi buena memoria me sacaba de apuros ya que podía
recordar fácilmente lo que escuchaba así que mi madre me leía y yo recordaba.
Para cuando
termine el 7mo grado yo odiaba la escuela. Como decidí quedarme en casa
mientras mis amigas iban al secundario de repente me encontré con mas tiempo
del que quería tener. El día se me hacia eterno. Después de ayudar en la casa disponía
de una cantidad enorme de horas que no sabia como llenar. Cuando mis amigas volvían
del colegio tenían mucha tarea y actividades que cumplir.
Pronto caí en la
cuenta de que no había hecho la mejor elección.
En uno de esos días
de aburrimiento máximo descubrir una caja en lo alto de placard. Para mis 13 años
una caja escondida era un tesoro por descubrir y un desafío tentador. La caja tenía
una inscripción escrito de puño y letra de mi madre “No Tocar”
Creo que mi corazón latía tan rápido y fuerte que creo
que se podía escuchar a un metro de distancia.
Mi excitación incontrolable provoco que la caja se me
cayera sobre la cabeza al intentar bajarla.
No se que clase de tesoro esperaba yo encontrar, pero
ante mis ojos y desparramadas por toda la habitación me encontré mirando a un
centenar de pequeñas novelas.
Empecé a recoger esos libritos uno a uno poniéndolos nuevamente
en una caja, tenían en su mayoría fotos en la portada de hombres y mujeres. En
su mayoría eran de la misma autora, “Corín Tellado”. Me apure lo mas posible y
las volví a colocar en la caja y recoloque la caja en su lugar nuevamente con
la idea de mas tarde encontrar algo para sujetar la caja otra vez y que no se
notara que la había abierto.
La voz de mi mama llamándome para la merienda me llevo
fuera de la habitación y por varias horas me olvide de la caja y su contenido.
Después de la cena y de vuelta a mi habitación volví a
pensar en la caja, pero no la volvería a abrir, después de todo, eran solamente
libros y a mi no me gustaba leer.
Me acosté temprano como era costumbre. En mi dormitorio había
dos camas, una la ocupaba yo y a otra que estaba bajo la ventana era para
cuando venía mi abuela de visita.
Desde mi cama visualice algo irregular bajo la cama de huéspedes
cerca del placard. Me gano la curiosidad nuevamente y fui a ver que era.
Allí a mis pies estaba como burlándose de mi una de las
novelitas. El levante del suelo y no pude resistirme de mirar alrededor como si
esperara que alguien estuviera controlándome.
“Flores para Mauricio” leí en voz alta. “Qué bonito
nombre” pensé.
En ese momento sentí que la novelita me llamaba. La llevé
a la cama y comencé a leer.
La historia me atrapo enseguida, era una lectura ligera, fácil
de seguir con un vocabulario sencillo y el tema era interesante y divertido. La
primera luz del día me encontró leyendo y así fue como fui atrapada por a lectura
de la mano de una novelita rosa de Corín Tellado.
Muy pronto había leído todas las novelas de la caja y a
partir de entonces no he parado de leer.
Vender más de 400 000 000 de ejemplares de sus novelas la llevó a ser reconocida como la autora más vendida en idioma español según en el Libro Guinness de los Récords de 1994, y ya en 1962 la UNESCO la había declarado la escritora española más leída después de Miguel de Cervantes. Sus obras continúan siendo reeditadas en formato digital.
Y yo debo agregar que fue mi mejor motivadora
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